Crónicas de mi Cabello · Relato 1 · Un acto de valentía personal
Este no es un diario de lo que mi cabello vive cada día, sino un espacio donde comparto las experiencias que hemos recorrido juntas a lo largo de mi vida. Momentos que han marcado mi identidad, mi autoestima y mi manera de mirarme al espejo.
Recientemente pensé en hacerme un balayage.
Me da curiosidad. Sé que con el largo de mi cabello —que llega hasta la cintura— se vería espectacular.
Pero también me recuerdo el daño que le haría, el cuidado que requiere y el largo camino que recorrí para sanarlo una vez.
Y quiero ser muy honesta contigo:
si alguien que jamás ha vivido un cambio radical me preguntara si debería hacerlo, le diría que sí.
Porque no creo que debamos saltarnos esa etapa de “hacer locuras” con el cabello.
Es una etapa que libera, que te permite experimentar, que te regala una emoción que solo entiendes cuando la vives.
Y, sobre todo, evita quedarse con la pregunta que más duele:
“¿Y si…?”
Yo ya pasé por esa etapa.
Me hice rayitos, mechas, me decoloré para tenerlo rojo, cambié de formas, de tonos, de estilos… y lo disfruté intensamente. Claro, después llegó el proceso lento, paciente y lleno de cuidados que yo, en ese momento, ni siquiera sabía que debía tener.
Pero, aun así, lo viví. Me vi diferente, me vi espectacular, me sentí libre.
Y eso, para mí, fue parte importante de mi historia.
Con el tiempo entendí algo: cuando quería cambiar mi cabello, en realidad quería cambiarme a mí.
No me gustaba lo que veía, buscaba transformarme, ser otra versión, sentirme más fuerte, más bonita, más yo.
Hoy mi relación con mi cabello es completamente distinta.
Hoy lo amo.
Lo cuido desde un lugar más consciente: preparo mi propio shampoo, mi acondicionador, mis tónicos y mis serums. Es mi ritual, mi forma de honrarlo después de tantos años en que lo traté sin saber.
Pero también soy realista: me tiño una vez al mes porque tengo muchas canas desde adolescente.
Mi color natural es negro, así que uso un tinte negro sin amonio. Porque, no quiero cambiar mi color negro, que es fuerte y brillante.
Aún no encuentro una alternativa 100% natural que funcione para mí, y mientras tanto, esto me hace sentir bien, y eso también es válido.
Y aquí quiero detenerme en algo que se volvió un mantra para mí.
Durante mucho tiempo me hacía la pregunta equivocada:
“¿Qué es lo peor que puede pasar?”
Esa pregunta siempre te lleva al miedo, a la duda, al freno.
Un día decidí cambiarla.
Decidí preguntarme:
“¿Qué es lo mejor que puede pasar?”
Y esa simple variación transformó mi manera de arriesgarme.
Porque cuando te preguntas qué es lo mejor que puede pasar, la respuesta cambia por completo:
¿Qué es lo mejor que puede pasar si te haces ese cambio de look?
Que el color te quede hermoso.
Que te veas al espejo y te enamores de esa nueva versión.
Que eso te motive a cuidar más tu cabello.
Que sea el inicio de una etapa nueva y luminosa en tu vida.
Que te sientas viva, renovada, segura.
Que te reconozcas.
Al final, nuestro cabello es una parte profunda de nuestra imagen.
Dice mucho de nosotras incluso antes de que hablemos.
Habla de nuestra historia, de nuestros procesos, de lo que hemos superado y también de lo que estamos listas para transformar.
Por eso, si tu corazón te está pidiendo un cambio, si sientes ese deseo de verte diferente…
atrévete.
Hazlo por ti, por la mujer que estás creciendo, por la mujer que quiere expresarse.
Ser naturales no significa ser perfectas ni estrictas… significa ser auténticas, elegir lo que nos hace sentir bien y lo que nos permite ser felices.
Todo se puede.
Todo es válido.
Todo puede ser el inicio de algo hermoso.